martes, 14 de mayo de 2019

REMEMORANDO EL VIAJE INICIÁTICO DE LOS ARTISTAS DE LA ESCUELA DE VALLECAS



En la mañana de aquel sábado del mes de mayo, mientras ascendíamos al Cerro Testigo, intentamos interiorizar la emoción que sintieron aquellos integrantes de la Escuela de Vallecas hace casi noventa años, y a pesar de que tanto las condiciones como el paisaje han cambiado asombrosamente, sentimos una verdadera empatía por aquellos jóvenes autores, tan comprometidos con su momento político. 
Aquel paisaje, considerado miserable, nos hizo pensar en los cultivos de cereales: centeno, trigo, avena, cebada…, todo aquello que proporciona alimento a personas y animales; así son los paisajes agrarios donde germinan los cereales, muy relacionado con la profesión de panadero del toledano.




Fotos de Cerro Testigo






Después de aquella visita organizada por nuestro profesor Jaime Brihuega a Cerro Testigo, con el objetivo de hacernos partícipes de la principal fuente de inspiración de los artistas de la Escuela de Vallecas, nos quedamos con ganas de profundizar en sus experiencias poéticas y estéticas por lo que decidimos vivir sus sensaciones rememorando los paseos desde Atocha hasta Cerro Testigo, en Vallecas.

Una calurosa mañana del mes de septiembre, partimos a las siete de la mañana desde el antiguo Café de Oriente en Atocha –hoy un restaurante de comida rápida de la multinacional Kentucky– del que sólo quedan como testigo las columnas de hierro forjado, y recorrimos los 10 km que separan el punto de inicio de nuestro destino final, Cerro Testigo, intentado revivir sus mismas experiencias. 

Observamos aquella tierra y la imaginamos modelada por los surcos, basados en la estética vallecana, y ya dispuesta para recibir la semilla que un día germinará, porque la tierra es un misterio: es capaz de producir frutos, que nos proporcionan un cierto goce degustativo, pero también se lleva nuestra existencia, una vez expirada la vida; un cierto enigma la rodea. 
El tema de la tierra como una gran vagina agraria, entronca directamente con la poética desplegada por Alberto Sánchez en su obra.

El cielo se nubla anunciando precipitaciones en forma de lluvia, el alimento, la sangre de la tierra, la cual aparece adornada por piedras, palos, excrementos de conejo, flores silvestres…, materiales sencillos en un paisaje pobre, que sirvió de inspiración a los integrantes de la Escuela de Vallecas.

Alberto expresa la sencillez con estas palabras:

“La naturaleza se presenta a la inteligencia de los seres humanos con gran sencillez, esta sencillez se hace inadaptable a todos los hombres revueltos en cerebros. El retuerto en inteligencia hace enseguida un mundo artificial, porque este es vago y vicioso, aquí el sueño se convierte en una pesadilla de artificios, surgiendo de estos el artista. El artista artístico huye siempre de los mundos naturales, porque se ofrecen ante él con sencillez, pero esto es justo, y lo justo de justicia es moralidad. La moralidad en el hombre es disciplina, inteligencia, trabajo para crear”.

Con todo ello, a día de hoy podemos asegurar que nos hemos vuelto unas forofas del lenguaje visual vallecano y principalmente de uno de sus integrantes, Alberto Sánchez. 
Ya en lo alto del cerro leímos unas poesías en su memoria.

 Desde aquí, nuestro humilde homenaje a ese panadero sencillo, pero de una grandeza humana inconmensurable, que con su arte homenajeó a todo un país e hizo de su ideología política una bandera de cinco puntas, El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.

Hacemos nuestras unas palabras de Miguel Hernández:

“La vida de los hombres suele ser retorcida como las raíces de los tomillos en su lucha por subsistir, pero hay muy pocos que al final de esta lucha huelan tan profunda y limpiamente como éste…”



Fotografía: Jesús García Férriz (1929) 

Glorieta de Atocha. La flecha indica la ubicación del Café Social de Oriente.
http://antiguoscafesdemadrid.blogspot.com/2015/06/gran-cafe-social-de-oriente-y-la.html


Algunos fragmentos de El silbo vulnerado (1933-34)
Como queda en la tierra que termina
convertido en espera de barbecho
el cereal rastrojo barbihecho
hecho una pura llaga campesina,

hecho una pura llaga campesina,
así me quedo yo, solo y maltrecho
con un arado urgente junto al pecho
que hurgando en mis entrañas me asesina.

Así me quedo yo cuando el ocaso,
escogiendo la luz, el aire amansa
y todo lo avalora y lo serena.

Perfil de tierra sobre el cielo raso,
donde un arado en paz fiera descansa
dando hacia dentro un aguijón de pena.

Miguel Hernández





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